Cuando se instala una llanta en un vehículo es necesario verificar tres cosas: Primero, que la llanta y el rin sean de medidas compatibles; segundo, que la llanta esté inflada a la presión adecuada y tercero, que el giro de la llanta sobre su propio eje sea lo más perfecto posible. Esto último no siempre se logra debido a variaciones en los materiales de fabricación del rin y de la llanta y a la forma en que ambos se acoplan.
Para contrarrestar las variaciones mencionadas y lograr un giro lo más perfecto posible se utiliza el servicio de Balanceo. Para realizarlo, se colocan contrapesos −generalmente de plomo− a lo largo de la circunferencia del rin en puntos específicos para balancear las cargas, de tal forma que el peso que soporta cada llanta esté distribuido uniformemente a través de todo el rin.
El no tener una llanta bien balanceada puede generar vibración a altas velocidades e inestabilidad al volante. Se recomienda realizar el servicio de Balanceo cada 10,000 km.